Por Efraín Flores Iglesias // Todo mundo habla de Acapulco. Cada quien tiene su propia versión de los hechos. Sin embargo, sólo los que vieron y padecieron la furia del huracán “Otis” son los que realmente tienen la razón.
Hubo quienes perdieron a sus seres queridos y parte de sus bienes muebles e inmuebles. Y lo que es peor: los amantes de lo ajeno se metieron a sus domicilios para hurtar lo que durante años adquirieron con mucho esfuerzo.
“Otis” será recordado por los acapulqueños como el peor fenómeno meteorológico que han padecido, ya que superó en fuerza al huracán “Paulina” de 1997.
De acuerdo con la Universidad de Colorado –en información difundida por el investigador Philip Klotzbach en sus redes sociales–, la tasa de intensificación de Otis es la más rápida que se ha registrado en el Pacífico norte desde que inició la era de los satélites –en 1966–, y rompió el récord de 120kph/12 horas que estableció Patricia en 2015.
El gobierno federal falló en informar del impacto del huracán al tocar las costas del estado de Guerrero, y muy en particular el puerto de Acapulco. El presidente Andrés Manuel López Obrador prefirió seguir con su guerra de lodo contra sus adversarios, en lugar de atender las alertas internacionales y nacionales.
Ha transcurrido una semana del desastre que generó “Otis” y el inquilino de Palacio Nacional sigue con sus ataques habituales, ya que es lo único que sabe hacer.
La silla presidencial le quedó grande.
En estos momentos difíciles por el que atraviesa el estado de Guerrero, se requiere a un estadista y no un pleitista de taberna.
No está mal que el dinero de los fideicomisos del Poder Judicial federal sean destinados para los damnificados. Pero tampoco estaría mal que el presidente López Obrador suspendiera su obra faraónica del Tren Maya, ya que en este momento es más importante la reconstrucción de Acapulco.
Es cierto, la mayoría de los dirigentes de los partidos de oposición, al igual que los de Morena, pretenden lucrar políticamente con la tragedia generada por “Otis”.
En lo particular, considero que los pleitos o diferencias políticas deben hacerse a un lado en estos tristes y delicados momentos por los que atraviesan los habitantes de Acapulco. Y no me refiero solamente a los de la zona Diamante o la Costera, sino a los de las colonias populares y a los de la zona rural. El otro Acapulco, del que muy poco se habla.
He constatado el gran esfuerzo que realizan diversos sectores de la sociedad para recolectar víveres y distribuirlos a los damnificados.
La Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), por ejemplo, ha sido una de las instituciones públicas más activas desde que se dieron a conocer los primeras imágenes de la devastación que dejó a su paso el huracán “Otis”.
El rector Javier Saldaña Almazán encabeza a un ejército de miles de universitarios que se han sumado para ayudar en diferentes actividades en Acapulco.
También destaca el gran esfuerzo del gobierno del estado que, a través de los trabajadores de la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil y de otras dependencias, no han parado de trabajar para ayudar a la población afectada.
No será una tarea fácil reconstruir Acapulco, pero tampoco imposible. Los acapulqueños son gente de trabajo y saldrán adelante.
La solidaridad internacional también debe destacarse.
El pasado sábado, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, expresó su apoyo a México tras la pérdida de vidas y la devastación causada por “Otis” y aseguró que su administración va a trabajar “estrechamente con su vecino”.
“Estados Unidos apoya a México, nuestro vecino y nuestro amigo, en este momento difícil”, señaló a través de un comunicado.
Insisto, sólo los que estuvieron la noche del pasado martes 24 y madrugada del miércoles 25 de octubre en Acapulco, saben de la furia con que “Otis” pegó en su paso por el puerto guerrerense.
Los acapulqueños nunca se imaginaron del impacto que generaría el huracán, pero el gobierno federal tuvo el tiempo suficiente para informar y alertar de las posibles consecuencias. Pero no, el presidente López Obrador tenía otros datos y prefirió seguir peleando con sus adversarios e irse a dormir después de su “Mañanera”.
ENTRE OTRAS COSAS… Los comerciantes de Chilpancingo deberían ser más empáticos con los acapulqueños que diariamente acuden a Chilpancingo para surtirse de productos de la canasta básica y no encarecer los productos.
No se vale que afecten la economía de los damnificados ni a los habitantes de esta ciudad capital.
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