Roberto Santos // En política, las fechas no son neutras. La vi0lenc!4, tampoco.
Que el ataque con coche b0mb4 en Coahuayana haya ocurrido el mismo día en que Morena celebraba siete años de haber llegado al poder no puede explicarse únicamente como una coincidencia de calendario. En México, la vi0lenci4 también comunica.
Mientras desde la capital se resaltaban los logros de la llamada Cuarta Transformación, en Michoacán una expl0si0n recordó una realidad persistente: el control territorial sigue siendo un desafío abierto para el Estado.
El contraste fue contundente. De un lado, la celebración del poder institucional; del otro, un acto extremo que evidenció las fisuras del orden público.
La diferencia no es menor. El festejo intenta proyectar estabilidad y gobernabilidad; el atentado rompe esa narrativa y expone la fragilidad de regiones donde la presencia del Estado continúa siendo limitada. El acto irrumpe como elemento disruptivo del discurso político.
Este ataque, declarado oficialmente como acto t3rr0rist4, marca un punto de inflexión en el reconocimiento institucional de la gravedad del fenómeno.
Durante años, el uso de términos fue evitado bajo distintas argumentaciones. Hoy, el propio Estado admite la naturaleza del desafío que enfrenta.
La historia reciente del país muestra cómo 4t4qu3s de alto impacto suelen coincidir con informes de gobierno, cambios de administración, campañas electorales o momentos clave de la agenda pública.
Incluso si este 4tent4d0 no hubiera sido planeado específicamente para ese día, el efecto es el mismo. El clima de celebración se fractura, el mensaje oficial se diluye y queda una percepción inquietante: el poder institucional no es absoluto y el control del territorio sigue en disputa.
En ese sentido, el c0ch3 b0mb4 no solo estalló frente a una instalación de seguridad comunitaria; también impactó la simbología del festejo gubernamental.
Volvió a poner sobre la mesa un debate central: la capacidad real del Estado para ejercer soberanía en regiones dominadas por estructuras cr!m!n4les.
La negativa histórica a aceptar apoyos de EU , bajo el argumento de la defensa de la soberanía, contrasta con la realidad de territorios donde dicha soberanía es cuestionada no desde el exterior, sino desde dentro. La disyuntiva es ideológica, cuando debería ser práctica.
Setenta años después de los kamikazes, la lógica del sacrificio extremo sigue apareciendo en contextos distintos pero con un objetivo similar: infundir miedo, exhibir poder y desestabilizar. Falta saber si quien se inmoló también fue víctima.
Los kamikazes pertenecen al pasado; los coches b0mb4 forman parte de un presente inquietante. Pero la lógica que los conecta —desesperación estratégica, manipulación del individuo y voluntad de provocar terror— permanece vigente.
Por eso la pregunta no es si fue coincidencia, sino qué revela la coincidencia. Revela que la v!0lenc!4 sigue marcando tiempos nacionales, que los festejos del poder conviven con regiones donde el Estado llega tarde o no llega, y que mientras la v!0lenc!4 no se entienda también como un fenómeno político y comunicativo, las respuestas seguirán llegando después del estruendo.
Hoy se anuncia investigación y refuerzo de operativos. Falta ver si estas acciones logran restituir el control o si solo funcionan como mensajes temporales frente a una crisis que ya está desbordada.
Ojalá lo primero. Porque en México, lamentablemente, incluso las fechas destinadas a celebrarse terminan manchadas por acciones v!0lent4s.