Enfoque || Un desaire lleno de orgullo y soberbia en Sheinbaum

 

Carlos Díaz Figueroa

La destrucción del contenido en el discurso en el segundo piso de la llamada cuarta transformación está dirigida en falsas señales de cortesía y respeto en el juego de una política que simula en sus supuestos legados de cambio.

La actitud de orgullo y soberbia en la investidura de la presidenta Sheinbaum Pardo es respuesta a la ignorancia a los principios básicos de ese gran movimiento que opto en hacer una conversión al egoísmo que según se práctico en el pasado.

El reciente desaire de Sheinbaum al rechazar un obsequio enviado por el exgobernador Ángel Aguirre Rivero es la contradicción con los legados “sensibles” en leyendas de convivencia política de cortesía y respeto a todos los mexicanos por igual.

Las formas de juicio o cordura no se deben medir en la arrogancia, toda vez que la nación requiere de un liderazgo capaz de integrar y sumar en vez de marginar entre el egoísmo y el resentimiento propio en colores partidistas adversarios.

Angel Aguirre Rivero, además de ser un actor político vigente con aciertos y errores, es parte de la historia de Guerrero, de no reconocerlo es no tener memoria por la falta de humildad y respeto desde la máxima investidura del país.

Quizá el obsequio en el gesto sensible enviado por el ex Gobernador no era al tamaño del ego y la soberbia en la presidenta a cambio del regalo de lujo del ex boxeador Julio Cesar Chávez padre del hijo presunto delincuente extraído a México.

La contradicción en el regalo enviado por Angel Aguirre no es lujo ni interés, sino un signo de respeto y hospitalidad, es decir, que no se medía en su valor material, sino en un acto en razón a la tradición y reconocimiento amuzgo.

En tal reacción, la respuesta de frialdad y distancia rompe con la expectativa en un gobernante que no le alcanza a dimensionar al estado golpeado por huracanes, pobreza y violencia, donde la unidad es el único recurso que mantiene viva la esperanza.

A manera que lejos de que no haya una relación de cortesía política, tampoco la cuarta en el segundo piso de la transformación del país no se puede medir en el orgullo y la soberbia en el egoísmo y resentimiento propio de la presidenta de México.