Zona Cero || Chilpancingo, a un año de la toma de protesta de Alejandro Arcos

Roberto Santos // Este martes se cumplió un año desde que Alejandro Arcos tomó protesta como alcalde de Chilpancingo. Un año desde que alzó la mano con esperanza y determinación, comprometiéndose a transformar una ciudad marcada por desafíos históricos.

Pero tras 365 días, la pregunta que resuena con fuerza entre la ciudadanía es inevitable: ¿Es este el Chilpancingo que soñó?

La respuesta, aunque compleja, se deja ver en las calles, donde la inseguridad se hace sentir con mayor fuerza, hay basura y la población poco ayuda, exigencias sociales que piden ser atendidas y una población que clama por obras de infraestructura en sus colonias.

El municipio cuenta con pocos recursos, ha dicho una y otra vez, el presidente municipal, Gustavo Alarcón Herrera.

Pero lo mas grave es la reciente ola de violencia, que ha golpeado con fuerza a la capital guerrerense.

Frente a esta situación, el gobierno municipal encabezado por el doctor Gustavo Alarcón Herrera, enfrenta una prueba determinante para su administración: preservar la gobernabilidad y fortalecer la gobernanza.

Gobernar no es solo administrar recursos ni gestionar la cotidianidad.

Gobernar, en su sentido más profundo, implica construir confianza, ejercer liderazgo y mantener la estabilidad social y política en medio de la tormenta.

Y aunque un año puede parecer poco para transformar una ciudad con tantos pendientes, sí es tiempo suficiente para marcar un rumbo claro, para demostrar voluntad, cercanía y resultados concretos.

Afortunadamente, este momento difícil no lo enfrenta solo. La gobernadora Evelyn Salgado Pineda ha dado muestras claras de respaldo.

Su presencia reciente en las calles de Chilpancingo supervisando la estrategia de seguridad es un mensaje de acompañamiento institucional, de compromiso con la paz y el bienestar de los capitalinos.

A esto se suma el apoyo del Gobierno Federal, a través de la Secretaría de Seguridad Pública, la SEDENA, la MARINA y la Guardia Nacional, cuyas operaciones en la capital refuerzan las acciones de seguridad, como una prioridad compartida.

Aunque aún es pronto para medir el impacto de estas acciones, la expectativa ciudadana es clara: recuperar la tranquilidad y devolver la confianza.

Y en ese camino, no hay margen para la improvisación. La seguridad no puede ser negociable ni pospuesta.

La gobernabilidad no es solo la ausencia de conflictos, sino la capacidad de un gobierno para mantener el orden y ofrecer respuestas efectivas.

La gobernanza, por su parte, implica la coordinación entre distintos niveles de gobierno, sectores sociales y actores institucionales para alcanzar metas comunes.

Hoy, más que nunca, Chilpancingo necesita ambas. Porque de ellas depende no solo la estabilidad del gobierno local, sino la esperanza de toda una población que, a pesar de todo, sigue soñando con una ciudad distinta.

Otros gobiernos han enfrentado crisis similares y han logrado salir adelante.

El reto es grande, pero no imposible. Lo que está en juego es el presente y el futuro de una ciudad que merece vivir en paz.