Zona Cero || SUSPEG, el árbitro que juega con el Verde

Roberto Santos // Imaginemos que estamos frente a un partido de fútbol decisivo. Los equipos ya están en la cancha: el Verde y el Rojo. El público expectante, las porras divididas, y la emoción en el aire. Todo listo para que ruede el balón.

Pero hay un detalle que hace dudar hasta al más entusiasta de los aficionados: el árbitro, además de tener el silbato en la boca, luce debajo del uniforme la camiseta verde.

Y no solo eso: también entrena con ellos, les da consejos tácticos y celebra sus goles en los entrenamientos.

¿Confiaría usted en la honestidad de ese árbitro? Pues eso —exactamente eso— es lo que ocurre hoy en el SUSPEG, según la queja del otro equipo, el contrincante.

La actual secretaria general, Adela Hernández Angelito, decidió que, además de pitar el partido, apoyaría al equipo Verde.

No bastó con presidir la Comisión Electoral, encargada de organizar el proceso para elegir al nuevo secretario general del sindicato; también se ha convertido en una entusiasta promotora del candidato de su preferencia, Javier Pat, el hombre de confianza que, casualmente, también tiene las llaves de las finanzas.

En cualquier liga seria, eso sería motivo de descalificación inmediata. Pero en el SUSPEG, las reglas parecen estar hechas para quien las acomoda mejor.

Aquí el árbitro amonesta a los contrarios, marca penales dudosos a favor del Verde y, si es necesario, hasta cambia la lista de jugadores en medio del partido.

Porque sí, la “comisión arbitral” del sindicato metió cachirules: incorporó al padrón a los trabajadores supernumerarios —que no deberían votar— y, en cambio, dejó fuera a los pensionados, según denuncia del capitán de la Roja, cuya queja es que se manipula el marcador antes del primer silbatazo.

El equipo Rojo, encabezado por Juan Alberto Rodríguez, reclama lo evidente: que el juego no es parejo, que el árbitro tiene las tarjetas marcadas y que el resultado parece decidido desde los vestidores.

Pero sus protestas apenas se escuchan entre los gritos de la porra oficial, esa que repite como mantra las frases de “unidad” y “transparencia” del candidato verde.

Javier Pat, el beneficiado de esta contienda, habla de justicia sindical y respeto a la voluntad de los trabajadores.

Pero su discurso se desploma al primer contacto con la realidad: el padrón electoral fue entregado directamente por su aliada, la presidenta de la Comisión Electoral. ¡Qué jugada! Golazo en propia puerta de la democracia.

Y mientras el público —los agremiados— observa el espectáculo, lo que debería ser un proceso ejemplar se convierte en una farsa digna de un mal arbitraje. La cancha está inclinada, el marcador arreglado y los valores del sindicalismo tirados en la banda.

Porque la democracia sindical se basa en una sola regla de oro: la confianza. Si se pierde la fe en el árbitro, el partido deja de tener sentido. Cuando el silbato suena al compás de un solo equipo, la competencia muere, y lo que queda ya no es un juego limpio, sino una simulación grotesca con final anunciado.

Y lo más grave es que esa descomposición no solo mancha el nombre del SUSPEG: erosiona la credibilidad de todas las instituciones que deberían representar a los trabajadores con dignidad.

¿Dónde se ha visto que el árbitro festeje los goles de su equipo? Solo aquí, en el SUSPEG, donde la democracia se juega con camiseta verde y las reglas se escriben en tiempo extras.