Roberto Santos // En Acapulco, la crisis del agua dejó de ser coyuntural para convertirse en estructural.
Así lo ha advertido, con argumentos técnicos y visión de largo plazo, el ingeniero Julio Santos, conocedor avezado de las entrañas del municipio y de los factores —financieros, climáticos y de gobernanza— que hoy asfixian a la CAPAMA y escucharlo no es un ejercicio académico, es una necesidad para quienes tienen la responsabilidad de conducir el desarrollo de la ciudad.
La “hidropolítica del colapso” que describe el ingeniero Julio en una publicación en sus redes sociales que vale la pena leer, retrata una tormenta perfecta: macrocefalia burocrática, politización de los cargos técnicos, opacidad financiera y una infraestructura vulnerable a eventos extremos.
En su texto señala que no es solo ineficiencia; es un fallo sistémico agravado por deudas históricas, desvíos sin soporte documental y un círculo vicioso con la Comisión Federal de Electricidad, que apaga bombas y deja colonias enteras sin agua por días.
A ello se suma el golpe climático —de Otis a John— que evidenció la fragilidad de un sistema sostenido con parches.
Por eso, resulta pertinente señalar que la alcaldesa Abelina López Rodríguez debería atender las propuestas del ingeniero Julio Santos y romper con la práctica de conducir CAPAMA con personal improvisado, designado por favores políticos y no por capacidades técnicas.
La administración del agua exige planeación, continuidad y conocimiento especializado; todo lo demás es administrar la emergencia permanente.
La inversión federal anunciada puede ser un respiro, pero sin una reingeniería administrativa y sin sacar la política de la técnica, las tuberías nuevas correrán la misma suerte que las viejas.
Acapulco necesita convertir el diagnóstico en decisiones: transparencia, profesionalización y un nuevo pacto social del agua. Ignorar a quienes saben —como Julio Santos— es prolongar el colapso.
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