Zona Cero || Abelina. ¿candidata de MC?

 

Roberto Santos // La política, como el teatro, depende del control del escenario. Y cuando ese control se pierde, no hay discurso que lo recupere.

Abelina López lo vivió en carne propia durante su último informe: al ver que el público comenzaba a retirarse antes de que terminara su intervención, no encontró mejor recurso que alzar la voz en un intento desesperado por retener la atención.

El problema es que, en política, gritar no es sinónimo de fuerza, sino de desesperación.

Y ese momento, por más anecdótico que parezca, fue una radiografía perfecta del momento político que atraviesa: desubicada, debilitada y sola.

La reciente aparición de Abelina en el informe de Erika Lurhs, diputada de Movimiento Ciudadano, no fue un acto inocente ni aislado.

Fue una jugada calculada, una especie de declaración silenciosa: “sigo viva, tengo fuerza y me estoy moviendo”.

Pero la lectura más cruda es otra: Abelina pierde espacio en Morena. Su gestión como alcaldesa no solo ha sido ineficiente, sino profundamente divisiva.

Los problemas de seguridad, los servicios públicos colapsados y su permanente incapacidad para construir alianzas internas la han convertido en un lastre para un partido que, pese a sus contradicciones, sabe cuándo cortar una pérdida.

A esto se suma un rumor que sigue cobrando fuerza: Héctor Astudillo Flores —exgobernador y ahora supuesto dueño de la franquicia de Movimiento Ciudadano en Guerrero— estaría ofreciendo la candidatura de MC a Abelina.

En términos prácticos, es lógico: dentro de Morena no tiene futuro, pero aún conserva algo de base social.

Para Astudillo, eso es suficiente. Él, que se mueve hoy como operador de una oposición maltrecha, busca construir una candidatura de unidad que agrupe a lo que queda de MC, del PRI, PAN y PRD. Pero su llamado, hasta ahora, ha sido ignorado.

El PRI está secuestrado por sus propias guerras intestinas. El PAN, cansado de perder identidad en alianzas que no le dejan nada, prefiere ir solo. Y el PRD, siendo de izquierda, busca alianzas con Morena, como lo ha dejado ver Evodio Velázquez Aguirre.

Astudillo quiere un bloque opositor, pero no tiene con quién armarlo. ¿Será entonces Abelina su “plan B”? ¿Una candidata con pocas posibilidades en Morena, pero útil como figura visible en una contienda dividida?

Lo cierto es que la presidenta de Acapulco se encuentra en una encrucijada: Morena no la reconoce; la oposición no tiene claridad; y su imagen pública cada vez se desgasta más.

Su rompimiento con el gobierno estatal no fue un gesto de autonomía, sino una mala táctica que la dejó sin redes de apoyo en un momento crítico. En lugar de construir puentes, los dinamitó.

Y aun así, insiste. Hay que reconocerle algo: tiene instinto de supervivencia. Pero el problema es que el cálculo político no se sostiene solo con voluntad.

Su aparición en actos de MC puede tener el aroma de la audacia, pero también huele a desesperación.

Porque moverse entre dos aguas —Morena y Movimiento Ciudadano— no es muestra de habilidad, sino de extravío. Y esto crea la percepción de que Abelina navega sin rumbo, sin partido, y lo que es peor, ha perdido identidad.

Los símbolos importan. Y cuando una figura pública pierde el control del escenario, como lo hizo ella en su último informe, lo que queda no es fuerza, sino la imagen de alguien que ya no es escuchado. ¿Quién la sigue viendo? ¿Quién la toma en serio?

La respuesta no está en los pactos de cúpula ni en los rumores de pasillo. Está en la calle, en los hechos, en la percepción ciudadana. Y ahí, lamentablemente para ella, la respuesta ya se está escribiendo.