Roberto Santos // La contienda por la presidencia municipal de Acapulco subió de tono después de que el diputado local José Joaquín “Jacko” Badillo señalara presuntas irregularidades en el manejo de recursos durante la gestión de la diputada federal Yoloczin Domínguez Serna al frente de la Jucopo del Congreso de Guerrero.
Aunque los números están en la Cuenta Pública 2023, el golpe es político: las acusaciones llegan justo cuando Yoloczin busca posicionarse rumbo a la alcaldía.
En un partido que presume austeridad como bandera moral, cualquier señal de opacidad se convierte en un peso difícil de cargar. Y en un escenario de guerra interna, cada ataque se siente doble.
Abelina López, mientras tanto, intenta apuntalar a Leticia Lozano como su sucesora, y ya publican encuestas hechas a la medida donde aparece como favorita.
El problema es que la administración de Abelina llega al primer año de su segundo periodo con desgaste, fracturas internas y una ciudadanía cansada de promesas que no se han cumplido.
Dentro del tablero morenista también figura la diputada Citlali Calixto, quien avanza sin estridencias pero con presencia territorial. Sin embargo, el ruido de los escándalos y la confrontación interna la deja en segundo plano en un momento en que el partido intenta contener daños, no abrir más frentes.
La realidad es que Yoloczin y Jacko
se están anulando mutuamente. En política, cuando la confrontación es tan anticipada y tan desgastante, lo más común es que ambos terminen fuera de la contienda formal.
Y es ahí donde aparece el tercero en discordia: Ricardo Salinas Méndez. Ha leído el momento y parece comprender algo que los demás ignoran: en política, a veces el silencio estratégico importa más que el protagonismo ruidoso.

Mientras otros se desgarran públicamente, él ha empezado a recorrer Acapulco, escuchar a distintos sectores, atender demandas y cerrar alianzas en los espacios donde el gobierno municipal ha dejado vacíos.
No compite —todavía—, no se defiende —porque nadie lo ataca— y no carga con pleitos internos. En un Morena tensionado y con figuras desgastadas, eso lo convierte en un aspirante limpio y viable.
Ricardo Salinas se mueve con institucionalidad, sin escándalos a cuestas y sin confrontaciones abiertas. Y cuando los principales contendientes se destruyen con fuego amigo, suele ganar terreno quien simplemente se mantiene de pie.
No sería la primera vez que Morena elige no al rostro más mediático, sino al que llega al cierre sin enemigos fuertes.