Contexto Político || Figueroa, la guerrilla y el Ejército

 

Efraín Flores Iglesias

Cada gobernante tiene un estilo personal de gobernar, porque su forma de ejercer el poder se ve influenciada por su temperamento, carácter e ideología, y muy pocos son los que han tenido el privilegio de concluir los periodos de gobierno para el cual fueron electos en las urnas.

Desde hace tiempo he señalado que gobernar Guerrero no es una tarea sencilla, porque es un estado con muchos contrastes y que se ha caracterizado por la caída de gobernadores. El último, recordemos, fue Ángel Heladio Aguirre Rivero, quien tuvo que solicitar licencia al cargo luego del ataque armado y desaparición forzada de 43 normalistas de Ayotzinapa en septiembre de 2014.

Los últimos seis personajes que han logrado terminar sus periodos han sido Rubén Figueroa Figueroa (1975-1981), Alejandro Cervantes Delgado (1981-1987), José Francisco Ruiz Massieu (1987-1993), René Juárez Cisneros (1999-2005), Carlos Zeferino Torreblanca Galindo (2005-2011) y Héctor Antonio Astudillo Flores (2015-2021).

A cada gobernador le ha tocado enfrentar momentos críticos. Ninguno se ha salvado de ser cuestionado en la prensa o de que grupos sociales realicen protestas en su contra por diferentes razones.

Toda protesta social es legítima, siempre y cuando sea dentro del marco de la ley. Pero, ¿qué creen amables lectores?

A finales de la década de los 60s y a principios de los 70s del siglo XX, algunas mentes perversas se organizaron para hacer una nueva “revolución” y derrocar al partido que detentaba el poder en ese entonces: el PRI.

Su objetivo era tomar el poder a través de las armas, lo cual era –y sigue siendo– contrario a la ley.

Esos movimientos guerrilleros estaban inspirados en el comunismo y no les importó generar ingobernabilidad en el país. Y el Estado mexicano, por supuesto, no se quedó de brazos cruzados. Los combatió a través del Ejército.

El 30 de mayo de 1974, el senador de la República y candidato del PRI a la gubernatura de la entidad, Rubén Figueroa Figueroa, acudió al sur de Atoyac para reunirse con el guerrillero Lucio Cabañas Barrientos, quien desde 1967 se había levantado en armas contra el gobierno de los ricos de la sierra costera de Atoyac de Álvarez.

Rubén Figueroa estaba confiado en que sería gobernador, pero quiso dialogar con el jefe guerrillero para que depusiera las armas y el estado de Guerrero transitara por una ruta pacífica para los siguientes años. Tenía, desde luego, el visto bueno del presidente Luis Echeverría Álvarez.

El “Tigre de Huitzuco”, como era conocido también el senador Figueroa, logró después de varios intentos concertar la reunión con Pascual y Pablo Cabañas Ocampo, tíos de Lucio.

La Dirección de la Brigada de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres aceptó la invitación del legislador priista para reunirse y platicar.

El encuentro se dio finalmente la noche del 30 de mayo, y no por la mañana de ese día como se tenía acordado. La conversación continuó al día siguiente, pero no hubo entendimiento. Lucio Cabañas le dijo a Rubén Figueroa que eran enemigos irreconciliables y que se le retendría en la sierra hasta que el gobierno federal cumpliera algunas condiciones: la liberación de todos los presos políticos en el país, 100 fusiles M1 con dos cargadores de 30 tiros cada uno, 50 pistolas calibre nueve milímetros y 50 millones de pesos.

¡Eso fue un secuestro!

Durante su cautiverio de 100 días, el senador Rubén Figueroa contaba con 66 años de edad.

Algunos trasnochados de la izquierda social y que anhelan un modelo de gobierno como el de Cuba, omiten mencionar en sus discursos que el movimiento guerrillero surgió durante el gobierno de Raymundo Abarca Alarcón y que continuó con Caritino Maldonado Pérez, Israel Nogueda Otero y Xavier Olea Muñoz.

Un movimiento guerrillero se caracteriza por ser un grupo armado irregular que lucha contra las fuerzas militares convencionales utilizando tácticas de combate asimétricas como emboscadas y ataques sorpresa. Y utilizan como principal estrategia el secuestro de empresarios, políticos y gobernantes.

Tres años antes del secuestro de Rubén Figueroa, en noviembre de 1971, un comando guerrillero secuestró al entonces rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Jaime Castrejón Diez, y de quien pidieron para su rescate la cantidad de dos millones y medio de pesos.

Rubén Figueroa fue rescatado la mañana del 8 de septiembre de 1974 por efectivos del 27° Batallón de Infantería del Ejército. Su secretaria Gloria Brito y su sobrino Febronio Díaz Figueroa también fueron rescatados con vida.

El apellido Figueroa tiene historia en Guerrero.

Francisco, Rómulo y Ambrosio Figueroa Mata fueron hermanos de Eufemia Figueroa Mata, madre de Rubén Figueroa Figueroa.

Los tres hermanos jugaron un papel muy importante durante la Revolución Mexicana y fueron muy cercanos a Francisco I. Madero. De hecho, Ambrosio Figueroa fue designado jefe del Movimiento Maderista en el estado de Guerrero y después gobernador del estado de Morelos (4 de octubre de 1911 al 27 de julio de 1912).

El profesor y militar, Francisco Figueroa Mata, fue gobernador del estado de Guerrero en dos ocasiones (constitucional: del 17 de mayo de 1911 al 30 de noviembre de 1911 y provisional: del 16 de diciembre de 1918 al 6 de marzo de 1921).

Rómulo Figueroa, por su parte fue gobernador del estado de Zacatecas, del 16 de agosto de 1915 al 27de abril de 1916.

Su participación en la Revolución Mexicana fue decisiva en Guerrero y en otras partes del país. Siempre al servicio de la patria.

En los últimos días se ha generado un debate por el homenaje realizado al ingeniero Rubén Figueroa Figueroa por el 117 aniversario de su natalicio en la ciudad de Huitzuco, a cargo de la Dirección de Actividades Cívicas, dependiente de la Secretaría de Cultura estatal.

Algunos legisladores, dirigentes y activistas sociales alzaron la voz. Se sintieron ofendidos y se lanzaron contra el fallecido ex gobernador, proponiendo no realizar más homenajes en su memoria.

Curiosamente, esas voces no dicen nada del papel que jugó el Ejército mexicano para combatir a la guerrilla de Lucio Cabañas y de Genaro Vázquez.

A la guerrilla la exterminó el Ejército, porque ése era su papel. Así se lo ordenó el entonces presidente de República y comandante supremo de las fuerzas armadas, Luis Echeverría Álvarez.

Se entiende que no dirán nada de este tema, porque el Ejército es la principal fortaleza de la 4T en este momento, y a quienes sus efectivos utilizan como sus albañiles para sus obras faraónicas.

No creo que se atrevan a solicitar que se derogue el decreto presidencial del 22 de marzo de 1950 que estableció el 19 de febrero como Día del Ejército Mexicano.

Ahora resulta que hay que honrar a los guerrilleros, a los secuestradores y a los enemigos de la ley. ¡Por favor!

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