Roberto Santos // Mientras la ASE exige cuentas claras por casi 900 millones de pesos que no han sido debidamente comprobados, la alcaldesa de Acapulco, Abelina López Rodríguez, parece estar más preocupada por tomarse fotos en giras de promoción turística que por enfrentar las graves responsabilidades legales que la rodean.
Esta semana, Abelina apareció en Querétaro encabezando una caravana de promoción de Acapulco, presumiendo que el puerto “está de pie y más fuerte que nunca”.
Pero cualquiera que haya visitado recientemente el municipio, o simplemente lea las noticias, sabe que esta declaración está lejos de la realidad.
Acapulco atraviesa una de sus peores crisis en materia de seguridad y gobernabilidad.
Es un municipio con altos índices de violencia, asesinatos que no cesan, y hoy circula una denuncia en contra de su director de tránsito por posibles actos de corrupción, que deberían ser investigados.
La queja supuesta, que no deben pasar por alto las autoridades federales, es que las patrullas que recién llegaron al puerto, las están asignando a cambio de una cantidad de dinero.
Eso es corrupción, sin más. Y debe ser investigado a fondo.
La ciudad, otrora joya turística del país, hoy apenas sobrevive entre la delincuencia, la desorganización y el abandono institucional.
Por eso, la pregunta es obligada: ¿Qué va a ofrecer Abelina a los queretanos? ¿Qué logros puede presumir como alcaldesa? ¿Qué resultados concretos puede mostrar que justifiquen su presencia en una gira promocional?
La respuesta es incómoda, pero evidente: ninguno.
En lugar de viajar promoviendo una imagen que no corresponde con la realidad, la alcaldesa debería concentrarse en resolver los profundos problemas que aquejan a su municipio.
Debería estar armando su defensa jurídica con seriedad, en lugar de intentar desviar la atención con discursos vacíos y postales turísticas.
No se trata de negar el potencial de Acapulco ni de despreciar los esfuerzos del gobierno estatal, federal y del sector privado que siguen apostando por la recuperación del puerto.
Pero es inaceptable que mientras la ciudadanía vive con miedo, sin servicios eficientes y con escándalos de corrupción en aumento, su principal representante se dedique a pintar una postal que no existe.
Si Abelina no tiene mucho que presumir, ni un solo logro de gestión del que pueda sentirse orgullosa, entonces lo más sensato —y lo más ético— sería guardar silencio, atender su casa primero y rendir cuentas claras.
Porque hoy, parece que ni los acapulqueños se sienten representados por ella… y eso debería preocuparnos a todos.