Roberto Santos // Cada día en Acapulco trae consigo nuevas cifras de violencia. Pero el de este viernes fue anormal.
El Sol de Chilpancingo en su nota roja menciona que 13 fueron las personas asesinadas el día de ayer jueves.
Es lamentable que esto ya no escandaliza a nadie, ni siquiera cuando los hechos representan niveles de audacia criminal como el reciente ataque a las instalaciones del Ministerio Público, donde una agente de la Fiscalía resultó gravemente herida.
Lo más alarmante es que la violencia ha dejado de ser noticia que impacte. Se ha vuelto rutina. La población parece haber normalizado la tragedia diaria, y las instituciones, rebasadas, apenas reaccionan.
Mientras tanto, el debate público se desvía hacia los casi 900 millones de pesos que la administración municipal, encabezada por Abelina López Rodríguez, no ha logrado comprobar de manera clara y transparente, según la Auditoría Superior del Estado.
Una cifra que pesa como ancla en medio de un gobierno que, metafóricamente hablando, se hunde lentamente.
La crisis de seguridad y el desorden financiero no solo minan la capacidad de gobierno, sino que también han impactado directamente en el ánimo de una alcaldesa que, desde hace tiempo, parece alterada.
En otros países, esa situación hubieran sido suficientes para que ya hubiera presentado su renuncia junto con su equipo.
Si no fuera suficiente, a esto se sumó un nuevo golpe simbólico: su exclusión del más reciente evento encabezado por la presidenta de México en el estado.
Un desaire que no pasa desapercibido y que, para muchos, confirma el distanciamiento entre Abelina y la cúpula federal.
Cualquiera podría pensar que desde Palacio Nacional ya la soltaron. Y eso, en términos políticos, puede significar que el gobierno federal ya puso distancia de por medio.
Sin ese respaldo, y con la presión de la opinión pública y los medios encima, su proyecto político —si aún existe— se debilita cada vez más.
Eso, son duda, agrava la situación porque Acapulco, uno de los municipios más importantes en el tema turístico, parece hoy sin rumbo.
La falta de buen manejo en los temas básicos como la recolección de basura, el acceso al agua potable, y por supuesto, la creciente ola de violencia, transmiten la sensación de que la ciudad no tiene gobierno. O al menos, no uno que funcione.
Es cierto que gobernar Acapulco no es tarea fácil. Pero también lo es que otros lo han hecho mejor.
Hoy, la presidenta municipal parece agotada, políticamente aislada y sin proyectos claros para resolver las prioridades del puerto.
E intenta mantenerse a flote con eventos públicos que resultan irrelevantes frente a la magnitud de los problemas que enfrenta.
La pregunta inevitable es: ¿se acabó ya el gobierno de Abelina López? Porque, aunque el calendario aún le dé margen, en lo político parece haber perdido legitimidad.
Y en la percepción ciudadana, la desconfianza hacia ella no hace más que crecer.
Acapulco necesita mucho más que un liderazgo desgastado. Necesita gobierno, autoridad, rumbo y resultados. Y todo eso, hoy, está en entredicho.
Es este el momento ideal para realizar un cambio de gobierno y que alguien venga a resolver lo que hasta ahora la maestra Abelina no ha podido.
seguramente el municipio se lo va a agradecer.