Zona Cero || MC, un cub de la política excluyente

Roberto Santos // Movimiento Ciudadano era la nueva política. La que prometía no parecerse a los partidos de siempre. Y vaya que lo logró: no se parece a los de antes… se parece a uno que aún no se inventa, pero que ya nació afectado.

Hace no tanto, MC aparecía como ese invitado inesperado que llegaba a la fiesta democrática con aire fresco, ropa moderna y playlist de Spotify bajo el brazo.

Pero ahora, el mismo que prometía romper esquemas, parece haberse tropezado con su propio reflejo en el espejo de la vanidad. Ahi donde narciso se congeló mirado su propia imagen.

En vez de consolidar liderazgos sólidos, prefirieron el casting. Al parecer, confundieron meritocracia con popularidad de Instagram. ¿Experiencia en territorio? Irrelevante. ¿Resultados electorales? Detalles menores. Lo verdaderamente indispensable es hacer caravanas al jefe… o al menos no estorbarle tanto.

Y mientras otros partidos se reinventan —o al menos lo intentan— MC parece decidido a demostrar que el retroceso también puede vestirse de naranja fosforescente. Porque si algo ha logrado este partido en los últimos años es perfeccionar el arte de avanzar… hacia atrás.

Las decisiones, por ejemplo, bajan desde la cúpula con la gracia de un decreto. Quien cuestione, queda fuera. Quien proponga sin permiso, estorba. Y quien no aplauda, bueno… que cierre la puerta al salir (si es que aún queda alguna sin seguro).

Así, con espontaneidad han ido despidiendo talentos como si fuera parte de un guión, un éxodo constante hacia otros partidos donde —al menos— los escuchan antes de ignorarlos.

Muchos de esos ya están en Morena, abrazando candidaturas a la gubernatura.

Y mientras tanto, el partido se queda con una dirigencia feliz en su burbuja, convencida de que todo va bien.

Porque claro, si solo invitas a la fiesta a tus amigos, siempre parecerá que todos te quieren. Aunque afuera, ya nadie toque la puerta.

MC tenía todo para ser una alternativa real. Pero en vez de construir ciudadanía, decidió formar un club. Y no uno con membresía abierta, sino de esos que exigen apellidos, palancas y una sonrisa permanente.

Uno donde el “nuevo liderazgo” se define más por cercanía con la cúpula que por compromiso con las bases.

Lástima Margarito. Porque el país necesita menos comités de aplausos y más espacios de debate. Menos filtros y más puentes.

Y, sobre todo, necesita partidos que entiendan que la política no es un reality show donde gana el más simpático, sino una responsabilidad colectiva que empieza por escuchar, incluso a quienes no te caen tan bien.

Al final, MC no traicionó a nadie. Solo a su promesa de ser opción verdadera.