DISRUPTIVA || Navidad, cultura y paz social en Iguala

Miguel Ángel Santos // La Navidad no solo transforma calles y plazas con luces y adornos; también tiene un efecto profundo en las emociones colectivas.

Es una pausa simbólica que invita a la reconciliación, al reencuentro y a la empatía, valores que muchas veces se diluyen en la rutina y en los contextos marcados por la violencia.

En ese sentido, las fiestas decembrinas funcionan como un recordatorio de que la armonía social se construye desde lo cotidiano, desde la convivencia y el afecto compartido.

En Iguala, esta lectura no ha pasado desapercibida para el gobierno municipal que encabeza Erik Catalán, quien ha colocado a la cultura como eje de su agenda pública.

El Festival Navideño, realizado en el Zócalo de la ciudad, es un ejemplo claro de familias completas, de todas las edades, apropiándose del espacio público para celebrar, convivir y reconocerse como comunidad.

Y no se trata solo de entretenimiento, sino de generar emociones positivas que fortalezcan los vínculos familiares y sociales.

El contraste con el pasado es inevitable. Durante años, Iguala fue noticia por episodios de violencia que marcaron la percepción interna y externa de la ciudad.

Hoy, la apuesta por el arte, la música y las tradiciones populares ofrece otra narrativa. La de una comunidad que se reúne en torno a lo simbólico, que reconstruye la confianza y que entiende la cultura como un antídoto frente a la fragmentación social.

Así, la Navidad en Iguala, además de ser una fecha en el calendario, se convierte en una herramienta de política pública.

Porque junto a la emoción y el encuentro, se recuperan valores, se fortalece la paz social y se envía el mensaje de que cuando la cultura ocupa el centro, también se abre la posibilidad de una sociedad más unida y en armonía.