Roberto Santos // Hay políticos que, lejos de retirarse con dignidad, se resisten a soltar el poder.
Padecen de un narcisismo patológico que les impide aceptar lo que las urnas ya dictaron con claridad: su ciclo terminó.
No saben irse y, en cambio, optan por la negación y el golpeteo constante a quien ahora ejerce el liderazgo que la ciudadanía confió.
Atacan no por el bien común, sino por una necesidad enfermiza de seguir sintiéndose vigentes.
Eso es lo que está ocurriendo en Iguala. El presidente municipal Erik Catalán Rendón ha asumido el reto de encabezar una administración que busca construir una ciudad moderna, con mejores servicios y más atractiva para el turismo.
Los ciudadanos le otorgaron su confianza para dirigir los destinos del municipio, pero algunos actores del pasado no lo aceptan.
No soportan ver que alguien más puede hacerlo mejor, y desde las sombras se dedican a obstaculizar su trabajo.
Los señalamientos infundados se acumulan. Se habla de su salario, intentando escandalizar sin siquiera revisar los datos públicos: mientras el anterior alcalde, David Gama, ganaba 89,575.37 pesos al mes, Catalán percibe 85,695.62.
Lo mismo ocurre con los síndicos, cuyos ingresos también son más bajos que en la administración pasada.
Las cifras están ahí, en transparencia, disponibles para quien realmente quiera informarse y no simplemente golpear.
Pero más grave aún es la sospecha de que algunos incendios en el municipio hayan sido provocados, lo que de confirmarse sería un acto criminal no solo contra el gobierno, sino contra todos los igualtecos.
Porque dañar a la ciudad para atacar políticamente a una autoridad legítima no es solo irresponsable: es ruin.
Es tiempo de entender que el poder no es eterno, y que la voluntad popular debe respetarse.
Atacar constantemente a una autoridad elegida democráticamente, sin fundamentos reales, es un desprecio directo al pueblo que decidió en las urnas.
Y al final, quienes se empeñan en esta guerra sucia, solos se quedan. Porque la ciudadanía, lejos de añorarlos, les da la espalda.
Erik Catalán Rendón necesita espacio y paz para trabajar.
Está caminando con rumbo, proponiendo acciones para que Iguala crezca y se transforme.
Hay que dejarlo hacer su trabajo. Porque cuando a una ciudad le va bien, ganamos todos.
Y cuando se le quiere hacer tropezar por ego personal, los únicos que pierden son sus ciudadanos