Roberto Santos // Cuando hay partidos que prefieren la comodidad de la zona urbana y las oficinas con aire acondicionado, la dirigencia estatal del PRD en Guerrero, encabezada por Evodio Velázquez, ha decidido regresar al terreno, al contacto directo con la ciudadanía.
La reanudación de la gira “Un nuevo comienzo”, suspendida temporalmente por la elección del Poder Judicial, marca un intento de revitalizar al partido del sol azteca.
Pero también representa un reposicionamiento personal de Evodio Velázquez dentro de una coyuntura política con rumbo al 2027.
Su liderazgo, por momentos cuestionado, entra ahora en una etapa crucial: la de demostrar que el PRD puede ampliar su base de electores y de que sus decisiones pueden ir más allá del cálculo electoral inmediato.
Uno de los puntos más relevantes en su reciente discurso ha sido su deslinde con el PRI y el PAN.
Después de años de alianzas que terminaron por diluir la identidad ideológica del PRD y provocaron una fuga constante de votantes, Evodio ha sido claro: su ruta estará marcada por las alianzas con las fuerzas de izquierda.
Es un mensaje que resuena entre las bases y los sectores que han exigido coherencia, pero que también lo pone en una posición de mayor exigencia.
Romper con la inercia no garantiza resultados; lo que hace es elevar la credibilidad.
En ese sentido, su liderazgo entra en fase de prueba.
Si logra reposicionar al PRD como una fuerza autónoma, de cercanía real con los problemas de la gente, su nombre podría perfilarse como una opción interna para encabezar futuras candidaturas.
No es un secreto que dentro del partido se le ve como una figura con experiencia, capacidad de articulación y —sobre todo— con la voluntad de asumir los costos de decisiones impopulares, algo poco común en la clase política actual.
Pero nada está garantizado. La violencia en el estado, como lo demuestra el reciente asesinato del alcalde de Metlatónoc, impone un reto constante.
Hacer política en Guerrero exige no solo valor físico, sino también claridad estratégica y responsabilidad pública.
En ese contexto, Evodio ha intentado posicionar su narrativa no como una temeridad, sino como una respuesta política frente a la desconexión de los partidos con la realidad cotidiana.
El PRD en Guerrero enfrenta una disyuntiva: seguir siendo un actor marginal atado a viejas fórmulas, o reinventarse desde sus raíces.
Velázquez parece haber optado por lo segundo, y si bien su apuesta no está exenta de riesgos, al menos ha iniciado el camino con un principio básico que se ha vuelto escaso en la política: asumir los errores del pasado y tratar de corregir el rumbo.
Hoy, más que discursos, la política necesita hechos.