
Lo conocí personalmente en una mañana del mes de abril de 2008 en “La Covacha”, una de las cafeterías emblemáticas que tuvo Chilpancingo hasta 2020 y que se localizaba en la esquina de la calle Francisco I. Madero y el andador Zapata, a un costado del viejo edificio del Tribunal Superior de Justicia.
Ahí me lo presentó el entonces corresponsal de la agencia de noticias gubernamental “Notimex” en Guerrero y director general del semanario “La Brújula”, Alejandrino González Reyes.
“Amigo Jaime, te presento a Efraín Flores Iglesias, mi amigo también; él está estudiando en la UAG y le gusta escribir”, le dijo Alejandrino al personaje que después se convertiría en uno de mis maestros en periodismo y mi gran amigo.
“Mucho gusto Efraín, yo soy Jaime Irra”, me dijo al apretar mi mano derecha y mirándome sonriente directamente a los ojos.
Me cayó muy bien desde el primer momento. Siempre fue muy amable conmigo.
Ya me habían dicho que ese señor de 1.92 metros de estatura y de recio color era el fundador de IRZA, la primera Agencia de Noticias regional del país y que se caracterizaba (y lo sigue haciendo) por la información contundente que manejaba y por cuidar siempre la ortografía de las notas que distribuía a muchos periódicos del estado que publicaban sus contenidos.
El nombre completo del personaje al que hoy me refiero en esta publicación es Jaime Irra Carceda, quien nació el 4 de julio de 1951 en el puerto de Acapulco y que a la edad de 18 años decidió trasladarse a Chilpancingo para estudiar la licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Guerrero, porque en el estado no existía ninguna escuela en periodismo ni de literatura.
En Acapulco y siendo estudiante de preparatoria, Jaime Irra fue cuentista y sus trabajos fueron publicados en el periódico “Novedades de Acapulco”. Ya se perfilaba para ser un gran periodista y poeta.
Cuando conocí a Jaime Irra yo estudiaba Derecho en la Universidad Autónoma de Guerrero y era columnista del periódico “Novedades Chilpancingo” (filial de Novedades Acapulco) y articulista del semanario “La Brújula”.
Nos seguimos saludando en La Covacha o en la calle, pero aún no éramos amigos. Pero siempre nos respetamos.
Recuerdo que en ese entonces él se reunía frecuentemente en la cafetería en mención o en el restaurante “Los Portales” con el ingeniero Apolinar Palacios Guarneros, autor de la columna “¡En Guardia!”; Domingo Díaz Reyna, conductor de noticias en la radiofusora “La Explosiva”; Andrés Campuzano Bailón, escritor, director del semanario “El Reportero” y ex corresponsal en Guerrero de la revista “Proceso”, y el padre Baltazar Vega Ramos.
Desde 2002 a la fecha compro y leo periódicos impresos, aunque hay quienes me critican por eso, pero eso es un hábito o algo que se me hizo costumbre.
Del 2006 al 2015 leí en el periódico “El Sol de Chilpancingo” y los semanarios “¿No que no?, “La Brújula” y “La Palabra” su columna titulada “Filo Mayor”, en donde cuestionaba agudamente los excesos del poder. Su redacción siempre fue muy pulcra.
Años después coincidí con él en la Agencia de Noticias IRZA, donde tuve la oportunidad de colaborar 12 años con notas y columnas, a invitación de su hermano Ángel Irra Carceda y con la aprobación de Jaime Israel Irra Zamora, director general en jefe de tan importante medio de comunicación en el estado de Guerrero.
Fue ahí donde empecé a conocer más a Jaime Irra y en donde aprendí más de periodismo y redacción.
Conocí no solamente al maestro en periodismo, sino también a uno de los hombres más cultos en el gremio periodístico guerrerense y a un hombre sencillo, honesto y generoso.
Claro, Jaime Irra siempre fue estricto en el ámbito laboral. Tenía su genio, pero sabía corregir en privado y no exhibir a ningún colega en público.
Posteriormente, se consolidó una gran amistad y conocí al ser humano, al poeta y un gran consejero.
En 2014 me invitó a ser comentarista en el programa “Agencia IRZA Informa” que se transmitía en ABC Radio, y en donde también conocí a extraordinarios amigos, como son los casos de Lizeth López Curiel y Emilio García Cárdenas, quienes en las ausencias de Jaime conducían el programa.
En la cabina de ABC Radio conocí a decenas de actores políticos y sociales con quienes Jaime Irra mantenía una excelente relación, porque sabía construir relaciones públicas y se daba siempre a respetar por su larga trayectoria como periodista.
Me obsequió algunos libros que leí con prontitud, ya que él era dado a preguntar frecuentemente lo que uno había leído. No tuve problema en ese sentido, pues tengo el hábito de la lectura, algo que él siempre me reconoció.
En los últimos cinco años coincidimos aún más en el café. Vía WhatsApp me contactaba para preguntarme si ya estaba en “Romanzza”, en donde también se reunía con sus amigos Alma Rosa Chávez Adame, el ex magistrado Emiliano Lozano Cruz, el maestro Duval Reyes Guerrero, y el ex diputado local y líder agrario, Evencio Romero Sotelo.
Como amigo fue derecho, leal y solidario. Me lo demostró siempre. Nunca me dio la espalda y siempre recibí de él los mejores consejos.
Hace tres meses dejó de ir al café y a los lugares donde nos reuníamos para comer. Ya no se le vio públicamente. Su ausencia fue evidente.
Una grave enfermedad ya no le permitió salir y convivir con sus amigos y colegas.
Además de mandarle mensajes a través de WhatsApp, lo visité para animarlo a que le echara ganas.
Hace dos semanas y después de regresar de un viaje que realicé al norte del país, me contactó para pedirme que lo fuera ver en la sede de IRZA. Lo vi mejor que antes. Platicamos durante una hora y me dio un gran consejo que valoro mucho.
Me despedí bien de él en esa tarde-noche lluviosa. Nos abrazamos y le dije “Ánimo, mi Ñiño. Síguele echando ganas. Pronto nos vemos. Te quiero”.
Me fui con la satisfacción de verlo mejor, pero el pasado lunes 18 de agosto me enteré que había sido hospitalizado de emergencia.
Y un día después recibí una llamada telefónica en el que me daban la triste noticia de su fallecimiento.
No lo podía creer. Mi corazón se puso triste.
Durante el velorio, la misa de cuerpo presente en su honor en la catedral de Asunción de María, y en el sepelio, traté de ser fuerte para despedirlo. Pero fue inevitable porque no todos los días se pierde físicamente a un gran amigo.
Jaime ya descansa en paz. No sufrirá más físicamente. Y ya se encuentra al lado de su adorada madre, Doña Rebeca.
Deja un gran legado en la sociedad guerrerense y en el gremio periodístico y literario.
Adiós, amigo. Adiós, maestro. Adiós, mi Ñiño.
Siempre te recordaré. Gracias por todo.