De Frente || El mundo raro de Abelina López Rodríguez

Por: Miguel Ángel Mata Mata

1.

Junto a los juegos infantiles, en la Gran Plaza, funciona una joyería. Es de los negocios con el mayor tiempo abiertos. Pocos, como ese local, ha soportado crisis económicas, pandemias y sube y baja en la afluencia de clientes.

Venden artículos de oro, plata y filigrana. Relojes de importación y mexicanos. Muchos han encontrado ahí el regalo navideño, cumpleañero o el que consigue el perdón ante la falta al matrimonio. Todo ahí.

La tienda se ubica en la avenida costera Miguel Alemán, primera en importancia en Acapulco.

Fue un lugar seguro, hasta la semana pasada, cuando un grupo de ladrones lo asaltaron, a plena luz el día. En la sala de juegos infantiles había niños que se asustaron. Las mamás también. El llanto fue su defensa.

— ¿Y la policía preventiva municipal?

2.

Todos los regidores municipales de Acapulco, todos, levantaron la mano y aprobaron los dichos del secretario de seguridad pública de Acapulco. Con sus caritas hicieron gestos de aprobación a la aberración de un policía que confiesa su cobardía.

Él dijo que no expondrá a sus elementos para enfrentar a los delincuentes en Acapulco. Éstos le han tomado la palabra. Ya saben que la policía preventiva de Acapulco ha sido guardada en sus cuarteles porque su jefe, quien cobra por prevenir el delito, ha recibido la aprobación de sus jefes, los regidores, para cobrar y no cuidar a los ciudadanos.

— ¿En manos de quién estamos?

3.

Es un joven no mayor a los 35 años. Llegó en un pequeño Jetta a las calles cercanas a la avenida Cuauhtémoc, segunda en importancia en Acapulco.

Entró al banco Santander, ubicado junto al Burguer King, a donde muchos niños son llevados por sus padres para hacerlos felices con una hamburguesa, un refresco y, a veces, un juguetito que regala el restaurante.

Hizo un retiro no mayor a los sesenta mil pesos, pero tampoco menor a los cincuenta. Confiado en la prevención del delito que antes hubo, salió de la sucursal bancaria, subió a su viejo Jettita y enfiló a La Garita, por la avenida Cuauhtémoc.

No se percató que, desde que arrancó, lo siguieron dos individuos en una motocicleta. Le dieron alcance. Le apuntaron con un arma de fuego hasta obligarlo a detener su carro. Le robaron el dinero recién retirado del banco.

Así, en uno de esos mediodías que se repiten con mayor frecuencia en el puerto.

— ¿Quién cuida a los ciudadanos? ¿Quién?

4.

El centro de Acapulco ha sido abandonado por la autoridad municipal. La plaza Álvarez, o zócalo, como se le dice coloquialmente, es guarida del mítico Batallón de la Muerte el que, armado con los mortales Chinikuil o Tonayán, retan a la muerte, le enseñan los dientes y mantienen a rayas a los policías preventivos… mientras aguante el hígado.

Donde antes funcionó el café Astoria, hoy es dormitorio, mingitorio y excusado para loquitos, el escuadrón de la muerte y mascotas que les acompañan.

Éste escuadrón de escuálidos y mugrientos personajes, se apostan a la entrada de las tiendas y restaurantes para pedir una moneda que sacie su sed y hambre. Los jóvenes alcohólicos molestan a parejas de turistas, regularmente de la tercera edad; los asaltan.

Impresionante el escuadrón de la Muerte que ha vencido a las fuerzas armadas del Estado.

— ¿Es ante estos peligrosos personajes a los que no quiere exponer a sus elementos el jefe de la policía?

5.

Llegaron en un auto compacto BMW color blanco. Bajaron con pistolas en la mano. La gente dice que eran calibre nueve milímetros. Entraron al Sanborn’s del centro de la ciudad.

No asaltaron a la del pan que está en la esquina. Tampoco al que vende periódicos. No robaron a los cafetólogos que componen el universo en torno a una taza de café.

Dicen que dice el dicho que entraron como Juan por su casa. Así fue. Se retiraron luego de vaciar la joyería del Sanborn’s zócalo.

¿Y la policía que antes siempre vigilaba?

— Temen, tienen pavor, terror de manera superlativa.

6.

La Playa Icacos ha sido abandonada por vendedores y restauranteros, porque a diario matan a uno, en la franja que va del hotel Calinda a la base Naval.

Es una cosa muy rara que los sicarios se pasean, por la costera Miguel Alemán, con armas largas, es decir, rifles grandotes, y nadie, pero nadie, nadie, los ve o se topa con ellos.

Podríamos invocar al Chapulín Colorado para que responda ¡Yó!, ante el llamado de que ahora ¿quién podrá ayudarnos?

A lo mejor San Juditas Tadeo, defensor de las causas difíciles, Chucho el Roto o el Tigre de Santa Julia podrían ayudarnos porque, es un hecho, Acapulco y sus ciudadanos hemos sido abandonas a manos de la delincuencia común y no tan común.

— ¡Y aún así, hay que pagar salarios al jefe de la policía y a su ejército de cobardes policías incapaces de enfrentar, al menos, al Escuadrón de la Muerte!

7.

Pero, todos tranquilos.

La presidente municipal, Abelina López Rodríguez, ha hablado: ¡Son de Michoacán los que vienen a cometer delitos al puerto!, ha dicho.

¡Vengan las palmas!, acompañadas de un bloqueo en el zócalo a mitad de un puente largo y otra caminata de caballos desde la cual, acusó una víctima, un jinete le disparó sin que algún elemento de los cuerpos de seguridad le ayudase a él.

Abelina López Rodríguez entiende el mundo de una manera rara, muy rara, carajo.

En su mundo raro no queda otra que lanzar la invocación esperanzadora, ante las caritas aprobatorias de regidores que apoyan ésta barbarie y no sancionan a quien ha entregado, gentilmente, la plaza al crimen:

— ¿Oh! ¿Y ahora…? ¿Quién podrá ayudarnos?

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